lunes, 20 de enero de 2014

Car Accident. Part 1

Are you okay?, are you okay? esas fueron las primeras palabras que difícilmente escuché después del aturdimiento que duró unos segundos. Una mujer a través de la ventanilla me hacía señas y hablaba hacia mí con grandes gestos faciales. Para mí era imposible escucharla con mis oídos todavía incapacitados por el estruendo. Ella, con una ansiedad  entendible, intentaban llamar mi atención para que saliera del automóvil, o mejor dicho, lo que quedaba del automóvil.

La persona que desde afuera del auto me hablaba casi a gritos, era una mujer rubia de unos 40 años que permanecía de pié, al lado de mi carro. Cuando logré  escuchar sus primeras palabras, rápidamente desabroché mi cinturón de seguridad, me liberé de la bolsa de aire que cubría la mayor parte de mi cuerpo, abrí la puerta y caí al suelo muy cansada con la sensación de haber corrido una maratón en pocos minutos. El siguiente sonido que mis oídos captaron fue el de las sirenas de lo que parecía ser una ambulancia o un carro de policía; aún en el suelo, me agarré a cabeza, entendí todo lo que sucedió y me dije a mi misma: “&#$%°@, me choqué”. Ahí empezaría el peor de mis días.

Sin miedo a equivocarme me atrevo a decir que la vida de una Au Pair es una montaña rusa. La mayoría de mis días en esta experiencia han sido maravillosos, esplendidos e indudablemente invaluables, pero no se puede negar que hay unos días en los que quisiéramos salir corriendo, robar un auto y huir sin dejar huella, ja. Esos sí que son malos días. Pero hay días que por un motivo u otro se quedan en nuestras memorias, son días que salen de nuestros estándares de malos o buenos, son días que por su carga emocional nos marcan para siempre; así fue el día de mi accidente.

Esa mañana me levanté más que feliz porque presentaría el examen de admisión para ingresar a una de las universidades más prestigiosas del Estado en el programa Inglés como segunda Lengua.  Solo llevaba dos semanas en los Estados Unidos y a excepción del problemita con la Alarma de incendios de la casa (Quienes leyeron el primer artículo de este blog sabrán de qué hablo ja ja) podría decir que mi experiencia como Au Pair estaba marchando  a la perfección.

Debido a que yo era la primera Au Pair de esta familia y solo llevaba dos semanas, ellos no habían comprado el carro para mí y yo estaba conduciendo el carro de mi Host Mom; y siendo muy  honesta los primeros días conduciendo fueron un desastre, horribles, espantosos, horrorosos, terribles… Para no digitar tantos adjetivos les daré una breve descripción; mi experiencia como conductora era algo así: una Au Pair de 22 años al volante de una camioneta familiar, una mínima experiencia manejando, tres niñas en el asiento de atrás llorando y quejándose por todo cada milisegundo, un GPS hablando en otro idioma y unas vías donde los conductores parecen ir más rápido que los de la Fórmula 1. Por aquellos días yo ya estaba echándole madres al que me regaló la idea de ser Au Pair.

Para aquella mañana me sentía mucho más cómoda con el asunto de conducir. Llevé a las niñas al colegio y me fui a presentar mi examen. Dos Horas después salí del edificio caminando orgullosa y con una sonrisa de tonta en la boca que decía: mírenme gringos, acabé de ser admitida en clases de inglés avanzado, pronto estaremos hablando el mismo idioma My Friends. Ja. Lejos estaba yo de imaginarme que media hora más tarde, esa sonrisa, mis sueños y mi futuro estarían regados a pedacitos en una carretera al sur del Estado; el accidente de tránsito casi me arrebata un proyecto  de años.

Lo que puedo recordar de lo que pasó en aquel preciso momento es mínimo. Sé que iba muy rápido e iba a empezar a tomar la salida de la High Way. Agaché mi cabeza por un segundo para mirar el GPS que se había desprendido del parabrisas y cuando subí la mirada en el segundo siguiente ya la curva estaba a punto de finalizar y choqué de frente con una barrera metálica de contención. El grave error fue haber despegado mis ojos de la vía. Dentro de todo habían dos cosas a mi favor, (si es que se puede sacar algo positivo de todo esto) yo iba sola en mi auto y no se vieron implicados otros carros en el accidente.

Este error lo cometí tal vez por ignorancia, estupidez, elevamiento, inexperiencia, o quizás todas ellas juntas. Lo cierto que es que pasó y no fue nada agradable. Pasados varios minutos empecé a llorar. Lloré y lo hice con muchas ganas, inconsolable, como una niña pequeña; No sentía ni un solo dolor físico, yo solo tenía en mi mente egoísta la preocupación de que todo se había acabado; para mí aquel era el final de mi vida como Au Pair. Y es que totalmente segura de mis palabras sé que accidentes automovilísticos ocurren todos los días en todas partes del mundo, pero para una Au Pair esta situación es más que un accidente, es algo que puede definir todo su futuro en muchos aspectos particulares.

A nivel físico me sentía bien (aunque más tarde me daría cuenta que no lo estaba). Los médicos que me revisaron dentro de la ambulancia me hacían 2349 preguntas y yo por supuesto respondía con mi súper básico inglés, el cual sonaba menos entendible con mis lloriqueos incesantes. Dos policías se acercaron a la ambulancia y desesperados con mi al parecer interminable lamento, me empezaron a regañar porque según ellos, mi licencia no era válida en los Estados Unidos. Es decir que según ellos aparte de chocada, estaba conduciendo ilegal.

Alguien me prestó un teléfono para llamar a mi Host Dad y por supuesto el no entendía ni una sola de mis palabras. Yo recuerdo que le decía: “I am sorry” una y otra vez. Tuve que hablar con su asistente, una Puerto Riqueña que me daba la primera palabra de aliento en español e intentaba tranquilizarme con un instinto maternal admirable; para mí era como si Dios mismo me estuviera hablando en aquel momento. Le expliqué todo y cuando colgué la llamada dimensioné el problema: había un trancón enorme, dos carros de policía, una ambulancia, un carro de bomberos y un sinnúmero de curiosos. Todos americanos, todos desconocidos, todos con miradas de pesar y acusación.

Firmé un consentimiento a los doctores para no ir al Hospital, porque repito, físicamente me sentía perfectamente bien y empecé a hablar con un policía joven, blanco y calvo que me repetía que si no dejaba de llorar y respondía a sus preguntas, me iba a montar a la patrulla y me llevaría presa. AAAHHHH?????? 

Varias personas después de lo ocurrido me han preguntado cómo me sentía en aquel preciso momento. Por mucho tiempo no tuve respuesta a esa pregunta. Pero hoy lo sé: sentí una inmensa desolación y fue con el tiempo que comprendí que lo que más me hizo falta en esos minutos fue un abrazo de mi madre. Sí, a mí, a la niña fuerte de la familia, la periodista de 22 años… La misma que lo único que anhelaba era un instante con alguien conocido y no a un mundo de extraños hablando en otro idioma.
El regreso en patrulla a la Host House, la reacción de mis Host Parents y su impresionante decisión, la recuperación física y emocional, el pobre final del automóvil y mi supuesta Licencia ilegal… Todo se los contaré en mi próxima entrada.

Por el momento les dejo mi Código Au Pair: Amigas, NUNCA despeguen su mirada de la vía cuando van conduciendo. El mundo necesita Au Pairs responsables al volante.

Alarma de incendio, mi peor enemiga

FIRE, FIRE, FIRE…     FIRE, FIRE, FIRE… Piii… Piii… Piii…  Grita la máquina con voz de mujer una y otra vez acompañada de pitos y sirenas sonando intermitentemente en diferentes y ensordecedoras tonalidades. Lo que básica y mentirosamente anunciaba la voz de esta mujer era que supuestamente estaba ocurriendo un incendio en la casa. Para completar la angustiosa escena llegan los bomberos con la parafernalia del caso y el teléfono de la casa empieza a sonar repetidamente.

Causa: Au Pair sin experiencia cocinando desata falsas alarmas de incendio.
Resutado: Caos at home.
Intentando ser muy exacta creo que en el primer mes siendo Au Pair activé el detector de incendio unas cuatro veces; pero si vamos a hablar de datos exactos, también se tengo que admitir que el detector de incendios de la casa era súper hiper mega sensible. Es decir se activaba con el calor humano prácticamente. A favor mío, el pobre detector tuvo un final trágico y orgullosamente digo que no fue mi culpa.
Todos y cada uno de los episodios sucedieron mientras estaba cocinando y cada uno de ellos lo manejé con la naturalidad del caso. He aquí un pequeño resumen de las vergonzosas experiencias:
·         Día 1. El Pan Sobre tostado.

Exactamente la primera mañana que me dejaron sola con las niñas en la casa, me dispuse a hacer el desayuno con todo el ánimo de hacerlo como una mamá experta. Creyendo que mi poca experiencia era suficiente, preparé unos huevos y puse los panes en la tostadora. Empecé a jugar con las niñas en el comedor y olvidé por completo los pancitos que ya llevaban un buen rato tostándose, eh, quemándose para ser sincera.
Inesperadamente un sonido espantoso invadió la casa, y por primera vez escuché la voz que más odiaría en mi vida: ella repetía la palabra “Fuego” en inglés haciéndole coro a la aturdidora sirena. Mis dos pequeñitas empezaron a llorar a gritos y yo tenía ganas de seguirlas. Pero me dije a mí misma: “Mi misma, esto es un incendio, no hay tiempo de llorar”.  Creyéndome la salvadora, saqué a las niñas de la casa y llamé a mis host tratando de expulsar las palabras de mi cuerpo tembloroso.  Debido a que la alarma de incendio está conectada con la estación de bomberos, los “Fireman” llegaron dispuestos a hacer su trabajo con mangueras en mano. Esperaban encontrar la casa en llamas y lo que encontraron fue un pan quemado. Allí supe que no se necesitaba Fuego para activar a alarma, solo bastaba con una pequeña cantidad de humo.
Aunque no había fuego real, la desesperante alarma seguía sonado y no pararía hasta que yo la desactivara diciéndole la clave de cuatro números a una mujer que trabaja en el centro de alarmas. Obviamente yo no sabía la clave y aunque la supiera, no entendía nada de lo que esta mujer me decía en inglés a través del celular. Pánico total. 
Mis host llegaron, yo aún temblaba, pero el temblor no era más fuerte que la vergüenza misma. Ellos desactivaron la alarma y solo dijeron: “Please, be careful”.

·         2.  Las Papas fritas.
La segunda vez fue menos trágica pero no menos vergonzosa. Como bien se sabe las papas a la francesa generan mucho humo cuando hacen el primer contacto con el aceite. Pues sí, la bendita alarma salía a escena otra vez y yo vuelvo a sentir un vacío aterrorizante en el estómago… “FIRE, FIRE, FIRE”...

Mis niñas se quedan mirándome y esta vez no pueden llorar porque les causa gracia verme corriendo por toda la cocina agitando un pedazo de tela intentando deshacer el humo. Siguiendo el debido ritual, llegaron los bomberos y les abrí la puerta con una sonrisa de un dólar: “I am so sorry, I was cooking”.  Los más amables y carismáticos del mundo, me dicen que no hay problema y se van.

Mis jefes llegan de nuevo a la casa y repiten: You gotta be careful. Yo trato de defenderme diciéndoles que esta vez nada se estaba quemando, pero para ellos el error ya estaba hecho.

·         3. Un arrocito en bajo.
En la tercera ocasión me sentí menos culpable porque mi Host Mom y yo nos entretuvimos chismoseando en la cocina y olvidamos el arroz en bajo que estaba en la estufa. Ninguna de las dos sintió ningún olor extraño y lo que dio aviso del alimento sobre cocinado, fue la monstruosa voz que repite: FIRE… 

Las niñas continuaron viendo television como si se tratara de un sonido más del ambiente, los bomberos pasaron por la casa casi que saludando y se despidieron con una sonrisa amable que en realidad quería decir: idiota, deja de hacernos perder el tiempo.  Y Mi Host Dad más que sorprendido sólo me dice: SERIOUSLY!!?

La última vez que escuché la alarma fue cuando mi host dad la activó cocinando unos pancakes para el desayuno. A causa del desespero que le produjo ser víctima de aquel súper ultra sensible aparato, lo desarmó en pocos minutos y se deshizo de una vez por todas de la poco amaba alarma de incendios de la cocina. Aunque yo me encontraba tapándome los oídos en mi habitación y totalmente molesta por el sonido, el alma me bailaba por dentro de alegría de saber que esa vez no había sido yo la culpable. La alarma descansaría en paz para siempre, y nosotros también de ella.  
Haciendo un balance general, creo que aunque no fueron las más gratas experiencias, sí me dejaron detalles positivos en cada episodio: hoy soy más cuidadosa cuando cocino, soy amiga de los bomberos que ya me reconocen cuando paso por la estación y aprendí que quemado en inglés de dice Burned. Ha ha.
Código Au Pair: Niñas, poner mucha atención mientras cocinamos. Aunque es una prueba de Fuego, no se quiere generar Fuego.